Finalmente, aprendí que mi tarea más importante no era solo cumplir con los formatos institucionales, ni prescribir la más elaborada impresión diagnostica, ni diligenciar todo un papeleo para entregar cada fin de mes. Más allá de esto, estaba mi papel como apoyo y acompañamiento de cada paciente que llegaba a mi consultorio: el de presentarme como un “yo auxiliar”, ante situaciones de tensión en las que no siempre el paciente cuenta con los recursos psíquicos para enfrentar.